jueves, 29 de marzo de 2007

Nor, Nori, Nork

Las baldintzas me traían por la calle de la amargura. Las aditzas me torturaban. Y entre el Nor-Nork, el Nor-Nori y el Nor-Nori-Nork no sabía hacia dónde mirar. Lo bueno era que después venía el hermano Hilario y nos hacía correr alrededor del campo de gravilla del colegio, y así lográbamos descargar subjuntivos, ergativos y demás maquinaria sintactico-morfológica de la bella lengua vasca. Corría por entonces el año 1987, y la combinación de nuestro ejercicio lingüístico-gimnástico coincidía casual y curiosamente con la iniciativa que la coordinadora de alfabetización y euskaldunización AEK había puesto en marcha siete años atrás.
En realidad, llevamos cuatro días hablando euskara, y parece que muchos están ya hartos de oirnos hacerlo. Piensan que es una lengua minoritaria que no nos lleva a ninguna parte. Está claro que sus dioptrías sociolingüísticas no les permiten ver más allá de un idioma internacionalmente mayoritario y un fonológicamente maltrecho Can yu open de dor, plis que les llena de orgullo universal. Es necesario prestar atención a las lenguas minoritarias y ver que forman parte de la identidad personal y social de una ciudadanía que exige un cuidado especial a una lengua en desarrollo.
El deporte es la manera más enérgica de gritar que la euskaldunización es una tarea longitudinal que no se puede parar. Por ello, la Korrika no para, el testigo no se cae y nunca faltan brazos que se extienden para continuar con los 2.356 kilómetros de esfuerzo para decir que ezer ez bezela maite zaitugu, gure hizkuntza ederra.

martes, 13 de marzo de 2007

Tú Más

I. A.

De la palabra griega krhpiV (crepís), que significa zapato, calzado, se forma el sobrenombre Crepín, que significa zapatero, y que luego, al no tener suficiente acomodo en la lengua española, se asimila al más parecido, que es Crispín, derivado del latín crispinus o crispus, que significa “de cabello rizado, ensortijado”. Por esos caminos laberínticos vino San Crispín a ser elegido por los zapateros como su santo patrono.

Seguramente será casualidad, pero por si a nadie se le había ocurrido refelexionar en torno al supino nivel de crispación que actualmente protagoniza la escena política de España, ahí queda una referencia al santoral católico, cristiano, y romano en aparatosa conexión a la profesión descrita en el apellido de nuestro señor presidente. Si San Crispín levantase la cabeza, lo único que podría hacer es aceptar la broma que se mofaría de su nombre en relación al crispado ambiente que tiene que soportar un tal Zapatero. En fin, facilón el juego de palabras. Es evidente. Sin embargo, los comentarios de nuestros representantes políticos en los últimos días no pueden presumir de ser mucho más elaborados o eruditos.

A pie de calle lo único que llega es un discurso político cargado de acusaciones históricas acerca de las políticas penitenciarias aplicadas en las últimas legislaturas tanto del Partido Popular como del Partido Socialista. El cabreo tiene la misma intensidad -proporcionalmente hablando, claro está- que las collejas y peleas de patio de colegio en las que al final llega el señor director y aplica la correspondiente reprimenda. Esto es a lo que, tristemente, tuvimos que asistir el pasado miércoles en el Senado, donde su presidente, Javier Rojo, llegó a perder los nervios ante brutales muestras de falta de respeto y acusaciones impertinentes que no hacen más que entorpecer el ejercicio de administración del Estado de Derecho.

La Cámara Alta fue un escenario un tanto confuso en el que los senadores menos aburridos practicaban un movimiento cervical más propio de un partido de tenis. El problema es que la pelota no era verde, sino puro fuego. Un fuego conseguido a base de friccionar no una rama de álamo con otra de higuera, sino a base de un arduo e intenso trabajo de documentación por parte de ambas alas políticas del país. Que si tú liberaste a 306 etarras, que si tú acercaste a 52, que aquel patrocinó un grupo antiterrorista liberal, y otras joyas de similar calibre.

Está claro que al final no quedarán trapos sucios que sacar y lo único que harán sin ningún pudor es emitir insultos no más complejos que los que cruzan la verja de cualquier patio de colegio. Eso sí, tras escuchar a Rajoy ofrecerse a Zapatero para iniciar un debate “sosegado, tranquilo y sereno sobre su política antiterrorista”, hay oportunidad para buscar refugio.