martes, 13 de marzo de 2007

Tú Más

I. A.

De la palabra griega krhpiV (crepís), que significa zapato, calzado, se forma el sobrenombre Crepín, que significa zapatero, y que luego, al no tener suficiente acomodo en la lengua española, se asimila al más parecido, que es Crispín, derivado del latín crispinus o crispus, que significa “de cabello rizado, ensortijado”. Por esos caminos laberínticos vino San Crispín a ser elegido por los zapateros como su santo patrono.

Seguramente será casualidad, pero por si a nadie se le había ocurrido refelexionar en torno al supino nivel de crispación que actualmente protagoniza la escena política de España, ahí queda una referencia al santoral católico, cristiano, y romano en aparatosa conexión a la profesión descrita en el apellido de nuestro señor presidente. Si San Crispín levantase la cabeza, lo único que podría hacer es aceptar la broma que se mofaría de su nombre en relación al crispado ambiente que tiene que soportar un tal Zapatero. En fin, facilón el juego de palabras. Es evidente. Sin embargo, los comentarios de nuestros representantes políticos en los últimos días no pueden presumir de ser mucho más elaborados o eruditos.

A pie de calle lo único que llega es un discurso político cargado de acusaciones históricas acerca de las políticas penitenciarias aplicadas en las últimas legislaturas tanto del Partido Popular como del Partido Socialista. El cabreo tiene la misma intensidad -proporcionalmente hablando, claro está- que las collejas y peleas de patio de colegio en las que al final llega el señor director y aplica la correspondiente reprimenda. Esto es a lo que, tristemente, tuvimos que asistir el pasado miércoles en el Senado, donde su presidente, Javier Rojo, llegó a perder los nervios ante brutales muestras de falta de respeto y acusaciones impertinentes que no hacen más que entorpecer el ejercicio de administración del Estado de Derecho.

La Cámara Alta fue un escenario un tanto confuso en el que los senadores menos aburridos practicaban un movimiento cervical más propio de un partido de tenis. El problema es que la pelota no era verde, sino puro fuego. Un fuego conseguido a base de friccionar no una rama de álamo con otra de higuera, sino a base de un arduo e intenso trabajo de documentación por parte de ambas alas políticas del país. Que si tú liberaste a 306 etarras, que si tú acercaste a 52, que aquel patrocinó un grupo antiterrorista liberal, y otras joyas de similar calibre.

Está claro que al final no quedarán trapos sucios que sacar y lo único que harán sin ningún pudor es emitir insultos no más complejos que los que cruzan la verja de cualquier patio de colegio. Eso sí, tras escuchar a Rajoy ofrecerse a Zapatero para iniciar un debate “sosegado, tranquilo y sereno sobre su política antiterrorista”, hay oportunidad para buscar refugio.

2 comentarios:

Subversados dijo...

Está bien. Veo que la filología sirve para algo ;D

Anónimo dijo...

Sí. La filología sirve para muchas cosas. Bastantes más de las que mucha gente piensa erroneamente.