martes, 6 de febrero de 2007

Razones por las que la Vida Merece la Pena

Hay días en los que parece difícil encontrar una motivación para levantarse de la cama. Es cierto, últimamente no me está pasando nada extraordinario. Extraordinario... Extra-ordinario. O sea, fuera de lo ordinario, de lo común. No tiene por qué ser algo buenísimo, no sé, que me toque la lotería sin jugar o que me den una Fullbright por mi cara bonita. Quizás sería más rentable pensar en qué es lo que realmente me hace feliz.

Ayer vi una película... mentira, en realidad solamente vi el final, pero es igual. El título era algo así como Razones por las que merece la pena vivir la vida y he decidido que a mí no se me ocurren muchas. Bueno, espera. Igual sí. A ver, se me ocurre, por ejemplo, el curry ¡eso es! ¡el curry!, y también... ¡visionar vídeos en Youtube!, y... conducir durante horas mi 307, y un beso de mi ama (claro), y un ataque de risa con mis compañeros de clase... y también ver el cañón del Colorado desde el South Rim del parque (¡qué vicio!), y también comer palomitas en el cine, y hacer planes con mis amigos, un concierto de U2, cantar el Hallelluia de Haendel, dejar de fumar, dormir a mis anchas, dormir a las anchas de alguien, el olor a suavizante de mi ropa cuando la lava mi ama, las fresas con nata, una clase de spinning, la carcajada de un niño, la de una niña, el jacuzzi de después de la clase de spinning, tomar el sol en pelotas, bañarse en el mar en pelotas, el snowboarding, Durango Mountain Resort, jugar con Oier a fútbol, los pimientos de mi abuela, fumar un bong de marihuana viendo El Resplandor de Kubrick, ver a Jiménez los Santos en la cola del INEM, escribir en un blog, estrenar un boli, explicarte algo y que lo entiendas, hablar un idioma extranjero, tener un amigo navajo, tener una amiga hopi de 65 años, tener una amiga en Bezel (Alaska), estudiar un master de periodismo a los 30 años, organizar una sidrería con un porrón de gente, el chuletón de la sidrería, un abrazo de diez minutos, un beso de 20, el chocolate, el olor a tierra mojada en la ciudad, el aroma de las mimosas en primavera, dejar de estornudar, el frescor que se te queda en la boca después de lavarte los dientes, Cola Cao con galletas, la nieve recién caída, la ducha de después de venir de la nieve, regalar flores, mirarse a los ojos durante horas sin tener la necesidad de decirse nada, tu primera caricia, la última, madrugar para ir al monte, llegar a la cima del monte, escuchar a Ainhoa Arteta en directo, formar parte de un coro lírico, ser capaz de hacer nuevos amigos cuando ya no eres un niño, el tacto del forro de tu abrigo, el silencio, el millón de estrellas que se ven cuando el cielo está despejado, una exposición de arte, abrigarse en invierno, un café contigo, amar a alguien sólo por la música que hace, recibir una carta por correo ordinario con matasellos y todo, responderla, ir a la ópera, disfrazarse en carnaval, alcachofas con jamón, la caña de después de trabajar durante doce horas, que tu profesor de redacción te diga que la has clavado, la sonrisa del chófer del bus de línea a las siete y media de la mañana, y que tú hayas llegado hasta este punto. Hasta éste. ¡No! ¡éste!.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Al final va a ser verdad que merece la pena vivir.


P.D.: Pero sólo por que tu profe de redacción te diga que la has clavado, jajajaj. Es broma!!!!!!

Anónimo dijo...

ME HA ENCANTADO.
ES "MUCHO BUENO". SOLO DISCREPO EN ALGO CONTIGO Y ES QUE LA CLASE DE SPINNING LA DE ELI.(JA JA)